La Navidad es una celebración cristiana que combina elementos propios con creencias mucho más antiguas, y su finalidad es recordar, cada 25 de diciembre, el aniversario del nacimiento de Jesús. Los rituales —desde el brindis hasta la apertura de los regalos— deben, entonces, ser mirados con una óptica nueva y, a la vez, mucho más que milenaria.
Muerte y renacimiento del Sol
Las costumbres y tradiciones navideñas que nosotros celebramos tuvieron origen en el Hemisferio Norte. Constituyen una mezcla, un sincretismo de distintas culturas y creencias diferentes. Los nórdicos, celtas, griegos, judíos, egipcios, medos, persas, etc., han contribuido a lo largo del tiempo para legarnos —en una síntesis que elaboró pacientemente la Iglesia cristiana— todo el significado espiritual y emocional de la Navidad.
En la antigüedad, los ciclos de las estaciones marcaban sus actividades y determinaban el género de vida de la gente. La muerte se asociaba al invierno; la vida, a la primavera. El 25 de diciembre ocurre el solsticio de invierno: es el día más breve y la noche más larga, pero a continuación el sol comenzará a ganar la batalla contra el frío y las sombras. Vendrá la primavera.
El sol, visto como un dios, nace, muere y vuelve a nacer. Es la vida, que se simboliza en la permanencia de los árboles, ya que no existe ninguna cultura que no haya considerado a un árbol como ser sagrado, como símbolo de la vida y la sabiduría.
Ritual para absorber las poderosas energías navideñas.
En la Navidad los Reyes Magos fueron guiados hacia Belén por una estrella brillante y protectora. El astro les había mostrado el camino e iluminado a la Sagrada Familia con su luz.
Del mismo modo, cada año, el brillo de esta estrella se respira en el ambiente y nos envuelve. Por eso, nuestro grupo familiar también puede recurrir a ella en busca de iluminación, armonía y paz interior.
Para lograr este objetivo, la noche de Navidad, reunidos alrededor de la mesa, las personas presentes deben brindar por el nacimiento de Cristo como de costumbre, a la hora cero. Luego, se enlazarán todos de las manos. Cerrarán los ojos y uno de los integrantes tomará la palabra y guiará a los presentes por un viaje hacia la luz.
Con las palabras que broten espontáneamente de su corazón, les pedirá a los demás que imaginen que por encima de sus cabezas comienza a brillar una luz blanca tan radiante que lograría enceguecer a quien abriese los ojos. Les dirá que se trata de la estrella de Belén, que los ayudará a encontrar paz y equilibrio a todos y que, también, será la encargada de mantenerlos unidos durante todo el año que se avecina, cumpliendo sus deseos y dotándolos de poderosa energía positiva. Entonces, les pedirá que mediten durante algunos segundos acerca de aquello que deseen alcanzar, o sobre las dificultades a superar, etcétera.
Por último, el guía invitará a sus seres queridos a abrir los ojos para reunirse en un abrazo fraternal.